CHRISTO fue un artista relacionado con el Land Art. Como elemento
principal utilizaba las telas para envolver instalaciones creadas por el ser humano y estructuras de la naturaleza. Su esposa Jeanne-Claudde fue su mayor
colaboradora y le ayudaba a llevar a cabo su arte. Sus dos fotógrafos son
Harry Shunk y Wolfgang Volz. (Wikipedia).
VALERY HACHE AFP
La vida del artista Christo
Vladimirov Javachef terminó ayer con un aire tan novelesco que parece
irreal: nació el 13 de junio de 1935, el mismo día en el que nació la
que habría de ser su mujer, Jeanne-Claude Denat de Guillebon.Ella nació en
Casablanca y él, en Gabrovo (Bulgaria). ¿Cómo se cruzaron sus caminos? Chisto,
hijo de una familia de la élite intelectual búlgara, había querido decicarse al
teatro primero y al arte después, en Sofía.Pero el programa de los
estudios, intervenido por el Estado comunista, le pareció decepcionante y se
escapó escondido en un camión. Llegó a París y se dedicó a pintar retratos y a
venderlos a domicilio. Las peluquerías de señoras eran uno de
los lugares en los que encontraba más clientas, como la madre de Jeanne-Claude,
que un día de 1959 le encargó un lienzo. El joven artista empezó a frecuentar a
la familia Denat de Guillebon y a tomar intimidad. Se suponía que andaba de
cortejo con la hermana de Jeane Claude (que ya estaba casada con otro hombre).
Pero el guion se torció en algún momento, Jeanne-Claude quedó embarazada de
Christo y ya nada los separó hasta la muerte de ella, en 2009. Ni siquiera la
previsible hostilidad de la familia de ella.
No es un mal comienzo y aún guarda algún giro biográfico sobresaliente: en
los años 70, Christo descubrió que
su abuelo había falseado su
identidad para evitar alguna causa penal con la justicia búlgara. En
realidad, el señor Javachef era un industrial alemán millonario.Christo reclamó
su parte de la herencia y un juzgado le reconoció ese derecho y lo convirtió en
rico.
Pero esa parte de la historia es más divertida que relevante. Lo importante
es que para 1960, Christo ya había abandonado los lienzos y había decidido
convertirse en otra clase de artista, de acuerdo con el espíritu transgresor de
los tiempos. Christo y Jean-Claude, que
para 1961 ya firmaban sus obras
como pareja creativa, se dedicaron al negocio de los
objetos
encontrados, modificados y recontextualizados, al estilo de sus contemporáneos
Arman o Gordon Matta Clark. Las envolturas, la marca que hizo
famosa a la pareja, están ya presentes en sus primeras piezas, al principio
pequeñas y después de escala gigantesca. En 1964, la pareja se fue a vivir a
Estados Unidos, donde se cruzaron con la cultura del
land art. En
realidad, tanto la biografía de reinvenciones constantes como la obra
desmesurada
y maravillosa de Christo y Jeanne-Claue parece muy estadounidense,
aunque su gran campanada se produjo en Europa, en el Documenta 4 de Kassel de
1969.
Allí, la intervención de la pareja consistió en crear un enorme tubo de
polietileno de 5.600 metros cúbicos que estaría suspendido por grúas y que fue
visible
a una distancia de 25 kilómetros. La instalación fue un calvario lleno
de momentos que parecían de derrota pero acabó en éxito y disparó la carrera de
la pareja. En 1970, su estudio diseñó y produjo un gran telón que cortaba en
sección el valle de Rifle Gap, en las Motañas Rocosas.
En 1983,
intervino sobre 11 islotes del litoral de Key Biscayne y las rodeó de
una película de polipropileno de color rosa.
Sigue la lista: en 1984, Christo y Jeanne-Claude volvieron a Francia y
envolvieron en tela de color arena el Pont Neuf de París. Un año después
instalaron 3.000 paraguas amarillos en un conjunto de colinas de Japón y,
simultáneamente en un valle de California. En 1995 envolvieron en plástico el
Reichstag de Berlín y en 2005 tiñeron de tela naranja Central Park.
Sus
obras llegaron a ser las más famosas del mundo.
Así, hasta dejar un legado de 23 obras efímeras, bellas y probablemente
incomprensibles. Quizá no hubiera nada que entender: «Todas las
interpretaciones son legítimas; sin embargo,
no hay que buscar
significados de ningún tipo a esta escultura porque las artes visuales
son inexplicables, no son racionales, sino sensoriales, aquí un elemento
importante es el agua, y nadie me pregunta por este líquido, todos le buscan
significados a los bidones que no lo tienen», dijo Christo en 2018, cuando
intervino en la Serpentine. Fue la última vez que supimos de su imaginación,
mas grande que la vida.
Luis Alemany.